¡Celebremos la felicidad hoy más que nunca!
Hoy, 20 de marzo es el Día Internacional de la Felicidad. Sí, sí… ¡estás leyendo bien! Fue proclamado en 2012 por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) como recordatorio de la importancia que tiene la felicidad en nuestro desarrollo y bienestar y creo que, en estos días de confinamiento ante la pandemia del virus Covid-19, cobra más importancia que nunca el hecho de reconectar con lo que verdaderamente nos hace felices.
Si repasamos las estadísticas de diversos estudios a nivel internacional, el ranking de las palabras más referidas cuando nos preguntamos sobre aquello que nos hace felices o que nos genera bienestar suele coincidir o parecerse mucho de un país a otro.
Son muchos los países que recogen el ideal de felicidad o bienestar general como un propósito fundamental que han plasmado en sus constituciones e himnos nacionales.
Pero no fue sino hasta hace unos pocos años que se viralizó una noticia que puso en el mapa a un pequeño país asiático, Bután, a partir del uso de un “curioso» indicador de desarrollo que utilizan desde 1970: la Felicidad Nacional Bruta (en inglés GNH, Gross National Happiness). Este indicador se compone de nueve dominios o circunstancias de vida que se evalúan a través de unos cuestionarios que se distribuyen anualmente entre sus habitantes. Los nueve dominios son:
- Bienestar psicológico. Este dominio se focaliza en medir el nivel de equilibrio emocional, la espiritualidad y la gestión del estrés que realizan las personas.
- Salud. Incluye el estado de salud física y el grado de conocimiento de los hábitos saludables y de los factores de riesgo.
- Diversidad y resiliencia ecológica. Procura medir el nivel de degradación ecológica y deforestación de la región, así como el conocimiento de la población sobre la restauración del equilibrio de los ecosistemas.
- Educación. Incluye el nivel educativo de la población, el uso de la lengua autóctona y el conocimiento de la historia y de las costumbres.
- Diversidad y resiliencia cultural. Analiza el uso de los diversos dialectos, así como las tradiciones y valores culturales.
- Vitalidad de la comunidad. Este dominio cuantifica la estructura familiar y el grado de socialización y soporte mutuo de las comunidades.
- Uso del tiempo. Mide las horas de actividad y de descanso.
- Buen gobierno. Evalúa la actividad del gobierno y la confianza que tienen las personas hacia las instituciones.
- Condiciones de vida. Cuantifica el nivel de ingresos y la cualidad del acceso a la alimentación y la vivienda.
A partir de la experiencia de Bután, otros países como el Reino Unido o los miembros de la Unión Europea han comenzado a realizar mediciones complementarias al PIB y organizaciones como la OCDE elaboran ahora el índice para una vida mejor.
Hoy sabemos que el nivel de PIB o Producto Interior Bruto nos dice muy poco sobre la calidad de vida, el nivel de bienestar o la felicidad de las personas.
Lo que más nos importa a los seres humanos – independientemente de nuestra nacionalidad, raza o religión – es el lazo con nuestros seres queridos, la familia, los amigos, el barrio, las anécdotas compartidas, las fiestas del pueblo, el paseo en bicicleta o el cantar juntos aquella canción. Pero especialmente nos importa tener salud para poder disfrutar de esos momentos.
Pero podemos hacer alguna cosa para desprendernos de los hábitos de comportamiento y de los modelos mentales que nos llevan por un camino diferente del de la felicidad? Claro que podemos. Porque en lugar de sostener una vida desconexión, individualismo y materialismo podemos re-aprender a generar una vida de amor y vínculos. Porque hablar del amor como alimento del alma no es una mera licencia poética; hace ya varios años que diversos investigadores de la salud psíquica y emocional nos explican que el amor constituye, para los seres humanos, una fuente vivificante de energía, nutrición y salud, con impacto bioquímico en el funcionamiento de nuestro cuerpo.
Hemos aprendido a sumar y multiplicar pero sabemos muy poco sobre maneras de comunicarnos más efectivas y amorosas, sobre ejercicios y técnicas para gestionar nuestro estrés o sobre herramientas de autoconocimiento…y sólo podemos cambiar o transformar en nosotros mismos aquello que conocemos o que podemos distinguir.
Estos días de parada global nos invitan a reflexionar, a repensarnos y a volver a hacer foco en aquello verdaderamente importante. Cientos de iniciativas solidarias y de íntima conexión han surgido en nuestras calles durante las últimas horas: hacer la compra para el vecino, pasear a su animal de compañía, cantar una pieza de ópera desde la terraza, compartir un cuento con los niños del bloque de enfrente, jugar al bingo de balcón a balcón, meditar juntos a través de internet, etc.
Quizás la visita del Covid-19 nos deje algo mucho más valioso que el recuerdo doloroso de las muertes y el confinamiento; quizás nos deje una gran lección para recordar nuestra esencia más profunda a nivel personal, familiar y como humanidad toda.
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